lunes, 25 de noviembre de 2013

Ojos cerrados ante los malos tratos


Hace ya dos años que Luisi cruzó el umbral de la comisaría para denunciar a su cuñado por maltratar a su hermana. Llevaba meses dándole vueltas. Consumiéndose al ritmo que ella trataba de disuadirla. “Qué me iba a decir. Era como si tuviera lavado el cerebro. Al principio lo negó todo. Después, cuando ya no era capaz de esconderlo me convenció de que podía arreglarse, que lo mejor era solucionarlo en casa. No pensé que lo que ocurría era tan grave. Después…”, relata. Después, su hermana, Carmen, apareció en su casa tras una paliza. Luisi la mira ahora fijamente mientras recuerda que, aunque apenas podía tenerse en pie, seguía insistiendo en que no quería denunciar a su marido. No lo hizo, pero Luisi sí. La suya forma parte del escasísimo número de denuncias por violencia de género que proceden de la familia y el entorno de la víctima. Son solo 11.139 de las 800.542 denuncias interpuestas en los juzgados de violencia contra la mujer desde 2007 (cuando se reconoció el delito específico) hasta enero de este año. Menos de un 2%.
Un porcentaje ínfimo que, a pesar de años de campañas para involucrar a la sociedad en la denuncia y el reconocimiento de la violencia de género, no ha logrado incrementarse. La propia negación de la víctima de la situación que está viviendo, unida a que muchas familias siguen pensando que el problema puede arreglarse de puertas para dentro, explica la fiscal de sala de Violencia Contra la Mujer, Soledad Cazorla, juegan un papel determinante a la hora de que algunos prefieran no denunciar. “Otros no quieren ver lo que están mirando. Cierran los ojos a la realidad, a las señales”, dice. Creen que lo que ocurre es algo puntual y, hasta que los signos son ya demasiado visibles, o presencian una agresión física, no despiertan. En la madrugada de este sábado varios vecinos alertaron a Emergencias de que habían oído a una mujer gritar en un garaje de Torrelaguna (Madrid). Poco después, un hombre llamó al mismo número y confesó que había matado allí a su exesposa, de 44 años. Con este, son ya 45 los asesinatos machistas de 2013.
La escalada de crímenes no cesa. Blanca Hernández, delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, cree que, para frenarlos, es fundamental que la violencia de género comience a considerarse un asunto que trasciende al ámbito privado. Algo que toda la sociedad debe combatir. “Implicar a los entornos en la ruptura del silencio cómplice del maltrato es determinante para que la mujer que lo sufre deje de hacerlo. Ese acompañamiento refuerza su capacidad para romper los lazos con el agresor”, apunta Hernández. Gracias a ese apoyo Mercedes, andaluza de 40 años, abandonó a su maltratador. Cuenta que le costó. “Pensé que mis padres no me entenderían. No quería causarles problemas. Pensamos que no van a saber reaccionar, pero lo hacen. Nos ayudan”, dice.
703 vidas segadas por los asesinos machistas
Desde que se inició el recuento de los crímenes machistas, en 2003, 703 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas en España. En 2004, empezaron a analizarse otras variables que siguen arrojando un panorama desolador. Solo 130 de las víctimas mortales de la violencia de género había denunciado a su agresor. Ese porcentaje, además, ha ido disminuyendo con los años —en 2013, ocho de las 45 asesinadas habían acudido a las autoridades—, un dato que puede indicar, según los expertos, que no eran conscientes del riego que corrían, pero también de que la denuncia es eficaz.
Lucila Agredano y Félix López han ayudado a muchas familias en la situación de la de Mercedes. Son los padres de Rocío López Agredano, asesinada por su marido en 2008, a los 25 años. Ahora, apoyan a maltratadas y a su entorno a través de la .asociación Afavir Echan de menos más apoyo para las víctimas, y reclaman una asignatura sobre igualdad y convivencia en las escuelas. “Es la única vía para involucrar a la sociedad en el problema y lograr que abra los ojos a la realidad del maltrato”, apunta Lucila. Cuenta que incluso cuando la violencia machista es visible, para las familias no es fácil actuar. “Hay padres que nos han traído a sus hijas casi a rastras para que hablaran con nosotros. Muchas llevan años sufriendo maltrato y tienen pánico. El agresor las ha amenazado con echarlas de casa, quitarles a sus hijos o con hacer daño a su familia; eso va calando”, recalca Félix.
Miguel Lorente, forense experto en violencia de género, también habla de esa dificultad de las familias para dar el paso o para seguir adelante con la denuncia. “Algunas víctimas niegan lo que ocurre y recriminan a su familia que adopten medidas”, explica. Y a veces, el entorno, por miedo a que su madre, su hija, su hermana, su mejor amiga... se alejen más, deciden no denunciar. Esa es la historia de Luisi y Carmen y de tantas otras familias. Ahora las dos hermanas, de 51 y 49 años, viven juntas. Carmen se ha separado de su agresor. Cuenta que, al principio, llegó a odiar a Luisi por denunciarle. Meses después, fue ella misma la que denunció.


Este caso trata de que una mujer era maltratada por su marido y no se atrevía a denunciar.
Un día llego a casa de su hermana tras una pelea con su marido la mujer no se podía ni sostener de pie. La hermana se decidió fue a denunciar y tras esa denuncia la mujer y su hermana viven juntas y el marido está en la cárcel.

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